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TEMA: Lo que vendrá (INTI -argentina)

Lo que vendrá (INTI -argentina) hace 13 años 10 meses #37699

  • icaro8
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Lo que vendrá





El camino del progreso no sólo no es lineal, sino que deberíamos convenir que ni siquiera está bien señalizado. Aún omitiendo la discusión sobre la distribución de los beneficios -nada menos- una misma situación productiva marca presente y futuros bien distintos, según el papel que uno ocupe en ella.

Palpalá, en Jujuy, supo ser el centro de la industrialización minera del plomo en la Argentina. Allí florecieron el comercio y el empleo público, convocados por la concentración de trabajo que el plomo generaba en la mina y en las industrias transformadoras de todo tamaño. Sin embargo, a los trabajadores directos del plomo les tocó perder décadas de esperanza de vida, acosados por la silicosis y por el metal que entraba a su corriente sanguínea.

Situaciones como esta podemos encontrar en el pasado y en el presente a todo lo largo del país, con paradojas de hijos que pueden estudiar y construir un futuro, por los sueldos que sus padres reciben en condiciones ambientales de naturaleza indigna. No se trata de aquella lógica de mi infancia -hace más de 50 años- en que sabíamos que nuestros padres se sacrificaban materialmente para construir un patrimonio que buscaba mejorar las perspectivas de sus hijos. Esa era una mirada de clase media recién llegada del interior a la gran ciudad, enteramente aceptable.

Me refiero a otro tipo de sacrificio. A aquel de quien trabaja en una automotriz de punta, con sueldos promedio altos, pero en medio de un ruido insoportable, que supera los protectores auditivos y del incesante relampagueo de las soldadoras automáticas. Al del capataz textil que termina sordo luego de atender la máquina de hilar durante 20 años. Al del colectivero que está 14 horas detrás del volante. Al del carcelero, que se embrutece junto con el preso, hasta configurar parejas irrecuperables para pensar en una vida mejor. Es el sacrificio que tiene que ver sólo parcialmente con la relación explotador-explotado propia del capitalismo salvaje.

El resto -una parte importante- se explica por el entorno, porque siempre fue así, porque no se conocen o no se imaginan otras condiciones de trabajo. Lentamente, tal vez demasiado lentamente, se van juntando todos los pedazos de la realidad y comienza a aparecer una pregunta muy simple: ¿por qué no construir escenarios donde controle mi vida de manera más completa? ¿Por qué no hacer esfuerzos por mí, por mi familia, por mi comunidad, que no signifiquen inexorablemente que he de pagarlos con calidad de vida presente o futura? En síntesis: ¿por qué no aspirar a disfrutar en y con el trabajo?

Para contestar esos interrogantes se requiere que no busquemos simplemente un empleo. Que busquemos un entorno de trabajo con una meta comunitaria, con elementos que aseguren que mi esfuerzo intelectual y físico sea compatible con mi capacidad propia y con el ambiente. Se requiere que no busquemos el mejor salario o el máximo ingreso. Que sea apto para la subsistencia digna, por supuesto. Pero que no estemos inclinados a canjear calidad del entorno laboral por magnitud del salario.

Cada vez más, el mundo que vendrá será un escenario donde “la venta de la fuerza de trabajo” dará lugar a la “construcción de espacios para trabajar”. No será simple. Tampoco pido que se interprete que no advierto la tremenda desigualdad de oportunidades, que permite animarse a razonar de un modo nuevo solo a una pequeña fracción de la población. Solo digo: si no emergen de la clase media con cierta formación intelectual quienes se animen a patear el tablero de la cultura del trabajo establecida como carrera por el salario y el patrimonio, ¿quiénes serán?

Es necesario construir modelos nuevos, que eviten la frustración de refugiarse en la crítica y permanecer como espectadores. La pista es más o menos simple: advertir una y otra vez que aquello que da sentido al trabajo es la producción de bienes o servicios que directa o indirectamente satisfacen necesidades sociales. Si somos capaces de cuestionar aquel axioma de que una empresa se hace para ganar dinero, para reemplazarlo por la convicción que una empresa necesita el beneficio económico para reproducir su capital y crecer, pero el sentido de existencia no emerge de allí sino de la prestación social que brinda, habremos dado un gran paso adelante.
Si la empresa se concibe de otra manera, el trabajo en ella tiene una posibilidad fuerte de ser valorado también de otra manera. De otra forma, el único modo de cambiar es ir por fuera de las empresas tal cual hoy las conocemos. Es posible, pero será muy arduo y a veces con mucha sensación de aislamiento. Este es el dilema actual.

Ing. Enrique Martínez
Presidente del INTI

saludos desde bs as rep argentina
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